Personalidades
Del club nocturno al arte: una visita al mecenas Frank Brabant
6.12.2025, 12:28
Frank Brabant es un mecenas poco común. Este hombre de 87 años vive en su ático en Wiesbaden, cerca de Fráncfort, rodeado de cientos de cuadros, cuya colección tiene un valor estimado de varios millones.
Apenas hay un espacio libre en las habitaciones, ni siquiera en la cocina o el baño, y algunas ventanas están parcialmente cubiertas por obras de arte.
La prestigiosa colección de arte moderno clásico es conocida en los círculos especializados. Si alguna vez se ve un hueco en la pared, es porque la obra se ha prestado a algún museo del mundo. Sus cuadros son "como sus hijos", dice Brabant. Actualmente cuenta con casi 700 obras, entre las que se encuentran cuadros de Emil Nolde, Ernst Ludwig Kirchner y Alexej von Jawlensky.
"La colección Brabant es única sobre todo por su enorme densidad de artistas de la década de 1920", afirma el conservador Roman Zieglgänsberger, del Museo Estatal de Wiesbaden. En el apartamento de Brabant cuelgan los nombres más importantes junto a otros completamente desconocidos, y todo se funde en un cosmos artístico de igual valor.
"A lo largo de las décadas, Frank Brabant desarrolló de forma totalmente autodidacta un infalible sentido de la calidad y nunca tuvo miedo de los nombres desconocidos", añade Zieglgänsberger.
"Muchos de sus artistas no fueron descubiertos hasta más tarde, como Elfriede Lohse Wächtler o Hanna Nagel". Sus cuadros ya llevaban mucho tiempo colgados en sus paredes cuando fueron homenajeados en exposiciones individuales en Dresde o Mannheim.
Tuvo que pagar su primer cuadro a plazos
El primer cuadro de Brabant es un grabado en madera de Max Pechstein. Visitó por casualidad una inauguración de la marchante de arte Hanna Bekker vom Rath en Fráncfort. Después de dos copas de vino a las que había sido invitado, no quiso irse sin comprar nada y eligió la obra más barata. "Pagué el precio de 300 marcos a plazos", cuenta Brabant.
Unos años más tarde, en 1968, con el apoyo financiero de su pareja de toda la vida, abrió el "Pussycat", un legendario bar gay y lugar de encuentro en Wiesbaden. Con las ganancias del club nocturno, Brabant construyó su colección.
A este hombre de 87 años no se le nota la edad. Recibe a los visitantes con amabilidad y franqueza, responde a las preguntas con lucidez y, a veces, con picardía, y cuenta historias de su agitada vida.
Brabant dice que se mantiene en forma haciendo deporte a diario. Entre otras cosas, salta a la comba, hace gimnasia y utiliza una bicicleta estática. En cuanto a la alimentación, apuesta por comer poca carne y muchas verduras. "Intento llevar una vida lo más saludable posible".
Además, cada mañana toma dos cucharadas de aceite de hígado de bacalao, algo que tiene que ver con sus experiencias infantiles: en los años de penuria y hambre que siguieron al final de la guerra, su madre consiguió una botella de aceite de hígado de bacalao a través de un trueque.
Sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial en su ciudad natal, Schwerin, y en Stettin, con sus abuelos. Durante las noches de bombardeos, su osito de peluche lo reconfortaba. Tras la invasión de los aliados, una mujer rusa le arrebató el peluche de las manos y se lo llevó, un incidente que le afectó mucho y que tendría consecuencias mucho más tarde en su vida.
Brabant se enfrenta al Estado de la desaparecida República Democrática Alemania (RDA) y plantea preguntas críticas en los actos del partido. Finalmente, acaba detenido por la policía política Stasi. "Me retuvieron durante tres días y me preguntaron si tenía contactos en Occidente. En mi celda, la luz se encendía cada hora", cuenta. Tras el incidente, el joven de 20 años hace una pequeña maleta y huye en tren al oeste alemán, primero a Maguncia, donde encuentra trabajo en unos grandes almacenes.
"Al principio dormía en un dormitorio con 18 personas, antes de poder mudarme a una pequeña habitación", cuenta Brabant. Sin embargo, poco después fue denunciado. Hasta aproximadamente 1970, los actos homosexuales seguían siendo punibles. "Mi casera abrió mi correo y encontró la carta de amor de un hombre. La llevó al departamento de personal de los grandes almacenes". Brabant perdió su trabajo y su habitación.
"Me paré en el puente sobre el Rin y pensé en tirarme al agua", relata el octogenario. Pero se recupera, se muda a Wiesbaden y encuentra un nuevo trabajo en una aseguradora. Como le cuesta madrugar por ser noctámbulo, abre la discoteca "Pussycat".
Brabant solo ha revendido un cuadro en contadas excepciones. Tampoco se dejó tentar cuando un ruso le ofreció ocho millones de euros por una obra de Jawlensky que muestra a una mujer con un vestido rojo a tamaño real. Debido al incidente con la rusa y su osito de peluche, le resultaba inconcebible vender su cuadro a Rusia, afirma Brabant. Donó la obra al Museo de Wiesbaden.